La lección del querubín

El querubín se había quedado sin pelo
era extraño verlo sin sus rizos,
sin aquellos rizos rubios
que colgaban elegantes de los vértices
de las estrellas;
me gustaba aferrarme a ellos
cuando mamá apagaba
la luz de la habitación,
al despertar mis manitas
seguían alzadas.
El querubín aquella noche
de radiante primavera
me enseñó una hermosa lección,
se dio cuenta de que le miraba
de que algo en él era nuevo
entonces se frotó la cabeza
hasta dejársela brillante
-parecía el genio de la lámpara-
y no dejó de sonreírme,
en su sonrisa encontré:
la caricia que me faltaba
la luz que habría de iluminarme
y las fuerzas necesarias
para enfrentarme a la leucemia.
A la mañana siguiente
me miré al espejo del baño
y vi mi cabeza desnuda
se me escapó una sonrisa
me sentía la niña más bella
y más fuerte de todo el planeta.
Por la noche escuché la dulce melodía
de un arpa, y supe que el querubín
estaba de fiesta y yo era su invitada.

Autor: ©Silvia Ochoa Ayensa

País: España

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