Cuando preguntaron a Tom Landry, famoso futbolista americano, la razón de su grande éxito, contestó a una multitud de más de dos mil alumnos de la Universidad de
Baylor: "En 1958, hice algo que todo el mundo que ha sido bien devenido debe hacer, determiné las prioridades para mi vida – Dios, familia y entonces el fútbol." (Matutino de Dallas, el 2 de marzo de 1978)
¿Cuáles han sido nuestras prioridades? ¿Ganar dinero? ¿Conquistar fama? ¿Poseer una grande casa y un carro nuevo? ¿Y se nada de eso nos traiga realización? ¿Y si no
encontramos la dicha en tales conquistas? ¿De que adelantarían una cuenta bancaria elevada y aplausos por todos los lados si el vacío persistir en nuestros corazones?
Una vida sin Dios es una vida sin atractivos, sin alegría, sin propósitos. Cualquier conquista sin el regocijo que solo Dios puede dar se vuelve efímera e inútil. Todas las victorias alcanzadas con a ayuda del Señor son marcantes, duraderas, inolvidables. Ellas no producen vanidad y egoísmo, pero un deseo ardiente de gritar para el mundo entero: "Dios me ha bendecido… Él me ha dado la victoria… ¡alabado sea el nombre del Señor!"
Es preciso que el Señor nuestro Dios esté en primer lugar en todas nuestras decisiones. No podemos dar un paso siquiera sin consultarlo, sin pedir Su orientación, sin esperar por Su unción y bendición. Cuando comenzamos una caminata en busca de nuestros sueños, el mejor lugar de partida es el centro de la voluntad de Dios.
Nuestra casa también no puede ser olvidada. El afán de alcanzar los objetivos muchas veces nos lleva a ignorar aquéllos que nos son más preciosos — nuestros familiares.
Necesitan de nosotros y nosotros necesitamos de ellos. Y no hay manera mejor de conmemorar las bendiciones del Señor que abrazados a nuestros queridos.
Nunca se olvide: si está bien con Dios y en perfecta armonía con su familia, las victorias anheladas serán mucho más fáciles de lograrse.
Paulo Barbosa
Baylor: "En 1958, hice algo que todo el mundo que ha sido bien devenido debe hacer, determiné las prioridades para mi vida – Dios, familia y entonces el fútbol." (Matutino de Dallas, el 2 de marzo de 1978)
¿Cuáles han sido nuestras prioridades? ¿Ganar dinero? ¿Conquistar fama? ¿Poseer una grande casa y un carro nuevo? ¿Y se nada de eso nos traiga realización? ¿Y si no
encontramos la dicha en tales conquistas? ¿De que adelantarían una cuenta bancaria elevada y aplausos por todos los lados si el vacío persistir en nuestros corazones?
Una vida sin Dios es una vida sin atractivos, sin alegría, sin propósitos. Cualquier conquista sin el regocijo que solo Dios puede dar se vuelve efímera e inútil. Todas las victorias alcanzadas con a ayuda del Señor son marcantes, duraderas, inolvidables. Ellas no producen vanidad y egoísmo, pero un deseo ardiente de gritar para el mundo entero: "Dios me ha bendecido… Él me ha dado la victoria… ¡alabado sea el nombre del Señor!"
Es preciso que el Señor nuestro Dios esté en primer lugar en todas nuestras decisiones. No podemos dar un paso siquiera sin consultarlo, sin pedir Su orientación, sin esperar por Su unción y bendición. Cuando comenzamos una caminata en busca de nuestros sueños, el mejor lugar de partida es el centro de la voluntad de Dios.
Nuestra casa también no puede ser olvidada. El afán de alcanzar los objetivos muchas veces nos lleva a ignorar aquéllos que nos son más preciosos — nuestros familiares.
Necesitan de nosotros y nosotros necesitamos de ellos. Y no hay manera mejor de conmemorar las bendiciones del Señor que abrazados a nuestros queridos.
Nunca se olvide: si está bien con Dios y en perfecta armonía con su familia, las victorias anheladas serán mucho más fáciles de lograrse.
Paulo Barbosa
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