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martes, 3 de mayo de 2011

Bizcochos quemados



Cuando yo era niño recuerdo una noche en particular cuando mi mamá, después de un largo y duro día en el trabajo preparó la cena y puso un plato de huevos, salchichas y bizcochos muy quemados frente a mi padre.

¡Recuerdo estar esperando ver si alguien lo notaba! Sin embargo, aunque mi padre lo notó, alcanzó un bizcocho, sonrió a mi madre y me preguntó cómo me había ido en la escuela. No recuerdo lo que le contesté, pero sí recuerdo verlo untándole mantequilla y mermelada al bizcocho y comérselo todo.

Cuando me levanté de la mesa esa noche, recuerdo haber oído a mi madre pedir disculpas a mi padre por los bizcochos quemados. Nunca voy a olvidar lo que él dijo: "Cariño, me encantan los bizcochos quemados".

Más tarde esa noche, fui a dar el beso de buenas noches a mi padre y le pregunté si a él le gustaban los bizcochos quemados. Él me abrazó y dijo: "Tu mamá tuvo un día muy duro en el trabajo, está muy cansada y además, un bizcocho un poco quemado no le hace daño a nadie". La vida está llena de cosas imperfectas y gente imperfecta.

Lo que he aprendido con los años, es que aprender a aceptar los defectos de cada uno de nosotros y decidir celebrar cada una de las diferencias de los demás es una de las cosas más importantes para crear una relación sana y duradera… donde un bizcocho quemado no va a romper un corazón. Podríamos extender esto a cualquier tipo de relación. De hecho, la comprensión es la base de cualquier relación, ya sea esposo-esposa o padre-hijo o cualquier tipo de amistad.

Sé más amable de lo necesario, porque toda la gente que conocemos, en este momento está librando algún tipo de batalla...

Autor Desconocido

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